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La Historia de Oliver

Hace unos dias conocimos la historia de Oliver su mamá Salu Grillo Albello nos ha permitido reproducirla como un ejemplo de vida.

Oliver es un joven realejero, los Realejos es un municipio que  pertenece a la provincia de Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias.

Tomada de Diario de Avisos el Español

Escrito por Gabriela Guslesserian gabrielagulesserian@gmail.com



La historia de Oliver: la bolsa que te da la vida




Si hay algo que Oliver nunca hizo fue tirar la toalla. Todo lo contrario. Tiene 21 años y desde los 8, cuando le detectaron Crohn, una enfermedad crónica que causa inflamación en el tracto digestivo, no ha parado de luchar. El último eslabón de esta batalla ha sido la de visibilizar en redes sociales la realidad de los pacientes ostomizados y las dificultades que afrontan a diario para poder llevar una vida normal, tras someterse a una operación en la que se le realiza una apertura o estoma para expulsar de forma segura los residuos que genera el organismo.

A Oliver la ostomía le cambió la vida, por no decir que se la devolvió después de decenas de recaídas, intervenciones quirúrgicas, ingresos en el hospital y limitaciones de todo tipo.

Tiene el recuerdo bastante intacto de todas las operaciones por las que pasó, las pruebas que le hicieron para saber si era celíaco o alérgico a la lactosa y sobre todo, de las numerosas ocasiones que estuvo ingresado, ya que era eso lo que más le afectaba. Estuvo bien hasta los once años pero a esa edad le empezaron a salir unas fístulas perianales, sufrió varios brotes, lo operaron y volvió a decaer. Esa fue la etapa más dura ya que casi no iba a clase porque no podía sentarse. Estuvo sexto de primaria faltando la mitad del curso y asegura que pudo aprobar Primaria y la ESO gracias a la ayuda que tuvo por parte de maestras, profesoras y la dirección del Colegio Nazaret, igual que en el IES Mencey Bencomo, donde terminó el bachillerato.

“Si no hubiese sido por el colegio, en la ESO hubiese repetido algún curso. A veces en los exámenes me dolía la barriga, faltaba o iba mucho al baño y me los posponían para cuando pudiera hacerlos”, cuenta este joven al que siempre le gustó estudiar, los niños y dar clases. Por eso eligió estudiar Magisterio en la Universidad de La Laguna (ULL) donde no le han facilitado las cosas cuando ha estado ingresado.

“Te mandan a evaluación final porque piensan que es una opción, pero es más complicada que la anterior”. Este año repitió primero de Magisterio porque ha estado ingresado casi todo noviembre, diciembre y enero, coincidiendo con las dos semanas de convocatorias. “No tuve las mismas oportunidades que el resto. Si ellos tienen enero y julio, yo solo tengo julio”, apunta. Y pese a que presenta los correspondientes informes médicos, hay profesores que solo le permiten faltar los mismos días que a los otros alumnos a las prácticas.

LAS MISMAS OPORTUNIDADES



“No quiero que me lo pongan más fácil ni que me tengan pena, sino tener las mismas opciones, y si no puede ser en las mismas fechas que el resto por motivos de salud, al menos más adelante”, insiste. No obstante, aclara que son todos los docentes, “algunos sí me han dado facilidades, pero es verdad que los que no ayudan perjudican más que el beneficio de los que sí lo hacen”, añade.

Oliver sufrió varias recaídas hasta que a los 15 años, cuando los brotes se repetían y eran cada vez más intensos, decidieron ostomizarlo. “Fui yo el que pedí que me pusieran la bolsa y me cambió la vida”, confiesa.

Dejó de practicar fútbol pero las cholas del Atlético de Madrid siempre lo acompañan al hospital y como buen realejero no se pierde las Fiestas de Mayo. Su afán de superación es tal, que en una ocasión lo operaron en abril y le preguntó a los médicos qué tenía que hacer para estar el 3 de mayo en Los Realejos. “Caminar”, le contestaron. Lo cumplió a rajatabla y consiguió ver los fuegos.


Su hermana, Claudia, y su madre han sido su apoyo incondicional. “Somos un equipo”, dice. Hubo ocasiones en que las fístulas le impedían ponerse los calcetines y era Claudia quien lo ayudaba. Su progenitora fue la que siempre se encargó de hacerle ver que no tenía una etiqueta, “sino que era un niño normal con un problema, pero cuando eres más pequeño todo te parece un mundo”.




Oliver se vio obligado a crecer de golpe. La edad del pavo, como se suele decir, no la tuvo, porque tuvo que madurar de golpe.

Los baños también son un problema para él, igual que para todas las personas ostomizadas, y forman parte de lucha y la de su familia, que reclama desde hace tiempo aseos adaptados. Es indispensable que estén limpios y acceder a ellos de forma rápida para vaciar o cambiar las bolsas y realizar la limpieza de la zona antes de colocarse una nueva.

Muchas veces, para hacerlo se tiene que agachar y acercarse a la tasa por higiene, ya que se pueden producir accidentes como salpicaduras. El todavía es joven pero a una persona mayor le resulta muy difícil, por no decir casi imposible.

Los establecimientos públicos no disponen de aseos adaptados a sus necesidades pese a que requieren simplemente un espacio con un lavabo interior, una mesa ubicada frente a un espejo, un contenedor para deshechos orgánicos y la señalización correspondiente. Más que dinero es voluntad y hasta el momento, solo ha habido buenas intenciones por parte de las instituciones. Falta lo más importante: concretarlas.

Ninguna playa cuenta con este tipo de servicios “y eso te limita porque puedes venir por un rato corto de tiempo”. Ni hablar de parques infantiles, plazas, ayuntamientos o espacios públicos. “Me acuerdo de ir a los 40 Principales y mientras a algunos amigos sus padres le miraban el horario de las guaguas, yo me ponía con mi madre a ver Google Maps a buscar los bares había en la zona para poder ir al baño. Y normalmente no te dejan acceder si no consumes, así que siempre me aseguro tener dinero”, relata.

Lo mismo le sucede en la guagua, camino a la universidad, donde las colas en la TF-5 complican todavía más su situación. Se ve obligado a hacer una parada, generalmente en El Coromoto, para poder ir al servicio, y volver a coger otra guagua, con todo lo que ello supone, más tiempo y más dinero.

Oliver hace vida completamente normal. Va al gimnasio, a la Universidad, sacó el carné de conducir y sale con sus amigos. Quien lo ve, no se imagina que tuvo más de una decena de operaciones y está ostomizado.

Por eso, días atrás decidió abrirse una cuenta de Facebook para visibilizar su enfermedad. “En la cuarentena tuve más tiempo y me puse a mirar muchas fotos. Se me ocurrió hacer un collage para que se vea el cambio que he dado. No quiero que digan ahora ‘qué bien está bien y se acepta así’ sino que vean todo el proceso, lo flaco que estuve porque no podía subir de peso y por todo lo que pasé”, sostiene.



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